CRISIS GRIEGA Y BREXIT: ¿HACIA LA UNIÓN POLÍTICA DE EUROPA?

A estas alturas pocos europeos no se solidarizan con los ciudadanos griegos pertenecientes a las clases medias y menos favorecidas. No ocurre lo mismo con la clase política griega y los números colectivos ricos y privilegiados de ese medio estado fallido que es la República Helénica. Como prueba de ello baste decir que ni siquiera un partido de izquierdas como Syriza ha podido con el envite y ha preferido disimular su incapacidad para llevar a cabo las necesarias reformas internas apelando a la soberanía nacional para acabar demonizando a los sabuesos acreedores de la troika.

Mala cosa el amor propio para pagar las deudas, mala decisión la de la bandera frente a los números renunciando a ponerse el mandil para limpiar la cocina interna para que las empresas sean productivas, el estado recaude y acaben disminuyendo las desigualdades. Peor aun cuando se le echa gasolina al fuego del orgullo griego herido como los incautos que han pedido que Grecia venda su patrimonio para pagar sus deudas incluido el propio Partenón…

Con las dudas sobre el funcionamiento del tercer rescate, la posible salida de Grecia del euro (Grexit) y su impacto en el hiper-conectado mercado mundial de capitales ¿qué nos queda ya por oir? O mejor ¿qué lecciones sacar para el futuro? ¿Acabará rompiendo Europa un país como Grecia que representa el 2% del PIB de la Unión Europea? ¿Y si en 2016 los británicos votan por el Brexit y el Reino Unido abandona la Unión Europea? ¿Cómo influirán ambos procesos en el futuro de Europa?

El Grexit y el Brexit se parecen como un huevo a una castaña aunque hay quien está empecinado en colocarlos al lado en la esquela de defunción de Europa. Sin embargo, la Unión Europea tiene una mala salud de hierro y ha avanzado mucho tras la crisis financiera de 2008, en particular, en el área bancaria. Mientras la crisis griega afecta sobre todo a la zona euro (no a la Unión Europea como tal), dejando al descubierto los límites de la coja Unión Monetaria y pide a gritos más Europa, el Brexit es un cóctel que combina la tibieza europea de los británicos divididos entre su atlantismo emocional y su europeísmo mercantilista y pragmático, todo ello aderezado con cálculos políticos (o partidistas) de conveniencia que tan solo comprenden los del otro lado de la Mancha.

Alemania y Francia ¿ha vuelto el eje franco-alemán? quieren avanzar en la unión económica para dar un sentido al euro (la alternativa sería desmontar el chiringuito y volver a las monedas nacionales). Casi simultáneamente, el Instituto Jacques Delors propone la unión política para la zona euro. Este lúcido y necesario think tank plantea la creación de un Fondo Monetario Europeo para acabar con rescates pagados por troikas (cuádrigas, ahora), con los parches de medidas y con los recauchutados adicionales del Banco Central Europeo y, lo que es más importante, para enterrar definitivamente la dinámica acreedor-deudor que lo envenena todo. El país que esté en la futura vanguardia europea será por que quiera y porque esté dispuesto a cumplir y a hacer cumplir las reglas. Llegarán más crisis y desajustes pero al socio que los sufra y con el que se comparte el buen fin de una misión no se le podrá considerar nunca más acreedor o deudor.

También propone el Instituto más inversión con dinero “fresco” para redes de energía e información (no basta el Plan Juncker) y acaba pidiendo que los 19 países del euro (con o sin Grecia y, desde luego, sin el Reino Unido) se conviertan en una unión política con plena legitimidad democrática (¿un proceso constituyente para Europea?, ¿un europarlamento bis para la zona euro?).

Urge superar el debate de cantos de sirena Grexit o Brexit o, más bien, nutrirse de él para preparar el camino desde ya. Será A o B. O gobierno económico entre socios con presupuesto, impuestos comunes y reserva federal o, por el contrario, la madeja del euro se desenredará sin remedio, se avivarán los nacionalismos (Escocia, Flandes, Cataluña) y caeremos todos en la trampa de la soberanía nacional (Lepen en Francia o Podemos en España).

Conviene decirlo alto y claro para no seguir ofreciendo a los ciudadanos el escondrijo imposible de la soberanía nacional como salvavidas de la globalización y evitar de paso más frustraciones como la de los griegos, cobayas atrapados en ese engaño con referéndum de cartón piedra incluido.

Y convendría, en especial, que se pronunciasen los políticos, por ejemplo, los candidatos a dirigir España tras las próximas elecciones generales y acabar, así, con el insoportable silencio sobre Europa en el debate público.

La alternativa a Europa no es la soberanía nacional que proponen algunos sino la voluntad y la audacia de escribir la página que nos ofrece el mejor invento que tenemos en nuestras manos y que ha alejado el fantasma de más guerras, nos ha dado prosperidad y es patria de derechos y libertades fundamentales. No vaya a ser que a fuerza de denostar Europa con el agua bendita de la soberanía y los nacionalismos, se nos vaya también el bebé por el desagüe.

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